Érase una vez un demonio que encerró a la Reina de las Nieves. La jaula estaba guardada por el puercoespín, de tal forma que si te acercabas a la jaula, el puerco espín te pinchaba con una púa.
El gato con botas, que era muy valiente, dio un gran salto, pasó por encima del puercoespín y salvó a la Reina de las Nieves.
Y... pinchín, pinchado, este cuento se ha terminado.
Miguel P.
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